sábado, 5 de agosto de 2017

DE ÁRBOL EN ÁRBOL Y DE RAMA EN RAMA

          Hay temas de debate que, pese al paso del tiempo y la acumulación de pruebas en favor de una determinada opción parecen no agotarse nunca, y tal es el caso de la Evolución de la Especies que todavía cuenta con resistencias de origen tradicional en determinados reductos y, como señales de una escasa ambición cultural. Contra semejantes obstinaciones negadas a reconciliarse con la ciencia, hoy, debería ser asumido incluso por aquellos que defienden el creacionismo que, existen determinados elementos en la Estructura Física Humana que hacen pensar en la familiaridad sospechosa e indiscutible con otros animales.
Chimpances y humanos compartimos el 99% de la dotación genética, ambos son dos ramas que parecen haberse separado hace 7 millones de años, y por lo que respecta a los humanos acabará derivando en el Homo Antecesor y éste en el Neardental y el Homo Sapiens. La multiplicidad de formas, la variabilidad o las diferencias que hacen a unos seres vivos más aptos para la supervivencia, son las que han hecho posible la evolución de las especies y el progreso en todos los órdenes. La clave de la evolución no puede comprenderse sin la diversidad. El proceso de la hominización es de una complejidad que no puede resumirse en tan poco espacio, pero que los restos fósiles explican muy claro a quién quiere entender.
       Los humanos somos de origen arborícola, y la estructura de nuestros hombros, o la flexibilidad de nuestros brazos, evidencia la facilidad que nos caracterizó para movernos en el medio arbóreo y de rama en rama. Somos seres vivos que han transformado el pie prensil en elemento plano listo para soportar el cuerpo en posición vertical y en el medio terrestre para poder avanzar, adaptación biológica que es sólo un testimonio de muy diversos cambios. Somos bípedos a los que esa facultad permite el manejo de las manos para poner en marcha todo aquello que la imaginación nos sugiere, y rectificarlo y repetirlo tras de la experiencia exitosa o fallida.
           El fenómeno de la evolución, además, representa la historia de la vida, y lleva implícito el hecho de que cualquiera de los eslabones intermedios es imprescindible para llegar al más desarrollado de los homínidos. En una escalera común no es posible imaginar el más alto de sus escalones sin la existencia de los intermedios. El AustralopitecusAfricanus o el hombre de Neardental no fueron humanoides fallidos o fracasos de la evolución, sino partes de un ininterrumpido proceso que desde nuestra perspectiva antropomórfica queremos imaginar progresiva, elementos imprescindibles que han hecho posible la existencia de nuestra especie.
Es decir, pese a todo,  Australopitecus,  Homo Antecesor o cualquier homínido del pasado vive en nosotros, pervive en el linaje humano crecido en habilidades manuales e inteligencia, experimentado en técnicas agrícolas, favorecido por el desarrollo que facilitó el lenguaje, satisfecho del conocimiento del medio en el que habita y el proceso de concienciación o la contestación a ciertas preguntas sobre su propia historia antes respondidas con la fantasía, y consciente de la importancia del  avance científico y tecnológico procurado por su trabajo. Darwin hacía extensible tal premisa a otras especies cuando afirmaba que:
“No hay ninguna diferencia fundamental entre el hombre y los animales en su capacidad de sentir placer y dolor, felicidad y miseria”.
       Hay, sin embargo, determinadas cuestiones que la ciencia está en condiciones de revelar y otras que aún no responde, por ello nos preguntamos:
¿Encaramados en los árboles éramos ya humanos… o solamente reyes de los monos?