jueves, 16 de octubre de 2014

Derecha e izquierda



     Nadie ignora de donde venimos, la geopolítica y los acontecimientos históricos nos han situado en el lugar que ocupamos hoy, frente a dos alternativas o modelos de sociedad que cabe suponer inevitables, y nos permiten preguntarnos adónde vamos.   
    
     ¿Vamos hacia una sociedad que acepta el juego del capitalismo social, la observancia de deberes o derechos que dignifican a todos los ciudadanos, y el cumplimiento de la justicia?


     O, por el contrario: 

     ¿Caminamos hacia la implantación de los métodos del neoliberalismo salvaje,  la   corrupción institucionalizada, las sociedades de capital sin control, los paraísos fiscales, la limosna o el donativo, el predominio de las libertades sin discriminación, y la demolición del estado de bienestar?

     Planteamos así la cuestión política por excelencia, circunscrita a la eterna lateralidad derecha e izquierda, y que Hannah Arendt, de ningún modo sospechosa de izquierdismo, identifica con egoísmo y compasión, que a juicio de  Nietzsche son partes esenciales del alma. Por extraño que parezca, hablamos de una vieja división entre los individuos que proviene desde los tiempos de Caín y Abel. De manera que, la Derecha y la Izquierda vendrían a representar grandes sectores sociales, separados por una situación económica, que determina la conciencia social y el cultivo del vicio o la virtud. El esquema, simétrico, no es ideológico ni tendencioso sino razonable, lógico y natural, un estado de la conciencia de cada individuo que no ha sido impuesto artificialmente por nadie. 

     En definitiva, progres y escasos de recursos empujados por elementales necesidades de supervivencia, debieran alinearse en la Izquierda urgiendo a la realización de trasformaciones profundas, en tanto conservadores liberales y de Derecha lamentan profundamente el estado de cosas, o tal vez indiferentes introducen sus manos en los bolsillos aconsejando una falaz solución: dejad hacer, dejad pasar, que el mundo se arregla solo. 

     Y tampoco ha de sorprendernos la legitimidad de los valores que sustentan.

     De un lado la Derecha:
     Abanderaría el aprecio incondicional al interés como única ética personal. Y también el orden, la ley del mercado, el trabajo, la autoridad, el mérito, la libertad, la privatización del patrimonio público, la enseñanza privada, el culto al jefe, el respeto a la tradición, el pragmatismo y el realismo, las organizaciones paliativas de la miseria, la caridad… la caridad… la caridad… 

     Del lado opuesto, la Izquierda:
     Sería adalid de la compasión o sentimiento humano explícito que, desea  eliminar el sufrimiento de la mano del Estado providencial. Y ponderaría la generosidad, el laicismo, la solidaridad, el ocio y las fiestas, los derechos laborales, la igualdad, los impuestos directos, la enseñanza gratuita, la nacionalización de la riqueza, el idealismo y la utopía, el asociacionismo profesional, la justicia… la justicia… la justicia…  


     Y cometeríamos un error omitiendo otros valores, que defienden tirios o troyanos.

     La Derecha: La importancia de comer pocos para comer mucho.

     La izquierda: La necesidad de comer poco para comer todos.

     La Derecha: La veneración al Pasado, la Nación y la Monarquía.

     La Izquierda: La pasión por el Futuro, el Pueblo y la República.

     Por lo que respecta al sentimiento religioso, cuando se da, y aunque cada cual arrima el ascua a su sardina y la herejía tiñe ambas concepciones políticas, sostienen una misma figura en lo dogmático con proyectos distintos, e incluso disparatados:

     La Derecha propone la salvación individual y un Cristo de la fe. 

     Y la Izquierda defiende la salvación colectiva y un Cristo de la historia. 

     La Izquierda asume a Lucas por su apego a la realidad. 

     Y la Derecha a Mateo, preferido de la Iglesia, por su obvio revisionismo.        
   
     Y ello porque, en diferentes versículos, las contradicciones entre ambos evangelistas deciden tendencias dispares, proponiendo una espera interminable para los cambios sociales, o urgiendo a su cumplimiento ¡aquí y ahora!  En favor de la brevedad, nos serviremos de un solo ejemplo del Sermón de la  Montaña, y el drama candente de la pobreza.

     Para Lucas, un Cristo de la historia, socialmente radical, predicaba la urgente e inaplazable necesidad de cambiar el mundo. Y promete sustituirlo por el ideal del reino de Dios que, esperaba implantar el patriotismo judío en su tierra, ocupada militarmente por los romanos a quienes se combatía con las armas: “Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de Dios”. En contextos diferentes, hoy podríamos ver su réplica en la Teología de la Liberación.


     Para Mateo, por el contrario, Cristo dijo otra cosa, hablaba otro idioma. Un Cristo de la fe, místico y neutral, transige con una realidad injusta e irreversible, remitiendo la solución a largo plazo, a un mundo más allá de la vida:Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos”. Una fórmula confusa con retoques de gruesa retórica, bien avenida  con el hecho de conceder al César derechos que un judío jamás hubiera concedido, del gusto hoy de los obispos evidentemente conservadores, en la que está por despejar quienes son esos pobres.

     Dicho esto, y para terminar, ni están todos los que son, ni son todos los que están en la Izquierda o la Derecha. Multitud de individuos, por torpeza o por extraordinaria sensibilidad, sostienen ideologías que entran en contradicción con su propia realidad social. Y el cambio de chaqueta es un  hecho frecuente en ambas formaciones o extremidades de un cuerpo único, condenadas a entenderse. Izquierda y Derecha son opuestos de un mismo organismo, cuyas identidades no pueden definirse sin la existencia de su adversario: 

     El hombre se mide por la fuerza que se le opone, aseguró José Martí.